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lunes, 9 de septiembre de 2013

09 de septiembre: Nuestra Señora de Le Puy

Cuenta la tradición que San Pedro envió a San Marcial ( Obispo, + Año 73 D. de JC. ) a Evangelizar Aquitania. Parece ser que éste se instaló en la Región del Velay. Por aquel tiempo, una de sus conversas cristianas, de nombre Villa, cayó gravemente enferma a causa de una fiebre persistente y misteriosa ( Una especie de Influenza ).

Una noche Nuestra Señora, que todavía vive, se le aparece mandándole hacer acopio de fuerzas en el Nombre de su Hijo Jesús y dirigirse al Monte Anic ( Sobre el que está edificada la Catedral del Puy ). Allí, la Madre del Cielo, dirigiéndose a la enferma entre dormida y despierta, le indica que ése es su lugar preferido y añade que desea se le rinda en él un culto especial.

Finalmente le dice que, al despertar del sueño, se encontrará curada; y que ese milagro es la prueba de su afecto por el lugar y por quien la escucha. Efectivamente: cuando la enferma despierta, la fiebre ha desaparecido. Acto seguido, comunica a Marcial, toda la Aparición.

El Santo comprobando su veracidad, acompañado de un grupo de personas, sale apresuradamente hacia el Monte. El Evangelizador itinerante hace colocar una empalizada y un Seto sobre unas marcas que un ciervo había realizado en el lugar de la segunda Aparición.

Pocos días después San Marcial se ve obligado a partir antes de que se haga realidad el proyecto de construir una capilla y el Monte Anic tendrá que esperar cuatro siglos a que se cumplan los deseos todos de María Santísima.

Estamos ahora en el Siglo V. Una paralítica de Ceyssac, aldea próxima al Puy, recibe, como la enferma de varios siglos atrás, la visita de la Madre del Cielo, rodeada de un deslumbrador cortejo de ángeles. Nuestra Señora ordena a la paralítica que vaya a tenderse sobre la Losa del Monte Anic.

La paralítica obedece y se hace llevar hasta allí. En cuanto la acuestan se queda dormida como la protagonista de la primera parte de la aparición o del milagroso caso anterior. Durante la noche se le aparece María en toda su gloria, anunciándole que al despertar estará curada y reclamando insistentemente que en aquel mismo lugar le sea consagrado un Santuario.

La Paralítica comienza a caminar inmediatamente después. El Obispo Vosy, a quien ella va contar lo ocurrido, decide obedecer sin tardanza los deseos de la Madre de Dios y lo vemos partiendo hacia Roma para pedir al Papa no sólo la autorización para construir una Iglesia, sino la de trasladar al Monte Anic la sede del Obispado, que se encontraba entonces en la Aldea de Sain-Paulien, Francia.

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