CAPÍTULO I: Los Orígenes
Los orígenes de éste sagrado lugar se pierden en los tiempos. La religiosidad, la fe y el culto a Santa María bajo la advocación del Lledó, se alternan en los primeros momentos de su historia con la leyenda, la tradición y la mitología. Castelló, la ciudad y la comarca, se ha postrado de generación en generación y a lo largo de toda su historia, ante una diminuta imagen de la Virgen, motor e impulso de importantes iniciativas religiosas, devocionales, artísticas y sociales en el pasado y en el presente. El santuario-basílica, en la huerta de la Plana, a un kilómetro de la capital, es hoy epicentro de religiosidad mariana y lugar de encuentro de toda la diócesis y aún de otras gentes.
La tradición señala la fecha de 1366 como el inicio del culto y veneración de la sagrada figura, a partir del momento en que esta diminuta imagen de apenas 6 cm de altura, es encontrada bajo las glebas del arado del labrador “Perot de Granyana”, según relataba con minuciosidad el supuesto y controvertido Llibre de Be e de Mal de la Ciutat de València [1].
El topónimo del lugar, los documentos exhumados y reinterpretados y las interesantes características formales de la imagen, confirman al Lledó castellonense como un antiguo lugar de culto. La pequeña figura y las sucesivas iglesias y santuarios edificados para cobijarla, se vinculan con la historia de la ciudad desde el momento mismo de su fundación.
El lugar del Lledó y sus inmediaciones fueron ya habitados en época romana y árabe. Durante el verano de 1982, los Servicios de Arqueología de la Diputación castellonense realizaron una campaña de excavaciones en una reducida zona recayente en el ángulo existente entre la fachada principal del templo y la casa Prioral [2]. Las prospecciones localizaron abundantes restos cerámicos, la mayor parte de ellos en un silo excavado en el subsuelo de una hipotética vivienda musulmana. El material más interesante encontrado fue cerámica “sigillata”, fragmentos de “dolium” y de “tegula”, así como varias monedas y distintos elementos arquitectónicos, con una cronología remontable al siglo II d.C. La ruina de estos edificios ocasionó con el tiempo una pequeña elevación del terreno conocida en valenciano como un “pujol”.
[1]BALBAS, Juan A. (1890): La Virgen del Lidón. Apuntes históricos. Castellón.
[2]X Aniversario (1975-1985) Servicio de Investigaciones arqueológicas y Prehistóricas, Diputación Provincial, Castellón (1985),p.86
La colina o fortaleza del dios Lug.
En el Llibre de válues de peyta de 1398, del Archivo Municipal de Castelló, se registra a nombre de Pere Miquel, llaurador, “la terra del pujol a Sta. Maria del Ledó”, “pujol” hoy inexistente, como indica Sánchez Adell, pero que cabe suponer de características semejantes a los accidentes geográficos que los arqueólogos denominan un “tell” o pequeña colina artificial, producto de derrumbamientos de otras construcciones precedentes[1]. En la comarca de la Plana, constituyen un buen ejemplo de éste tipo de yacimientos arqueológicos el estudiado por Norberto Mesado en Vinarragell, situado en el margen derecho del “riu de Millars”, en el término de Borriana y precisamente junto al mismo Caminàs que discurre frente la basílica del Lledó.
Este “pujol”, del que la documentación no ha conservado más que el solo testimonio de 1398, pudo desaparecer al ser arrasado, bien por la construcción de los primeros templos conocidos del Lledó, o en el proceso de ampliación de las tierras de cultivo durante la edad media, a fin de hacer posible la llegada de las aguas de riego hasta dichas tierras[2]. El que existiera un yacimiento arqueológico, a consecuencia de antiguos establecimientos árabes y romanos, aplanados para la construcción del templo medieval, podría justificar el estado de ruina del santuario del siglo XVII, construido por Joan Ibáñez. Pero también el desmoronamiento de la cúpula del crucero, pocos años después de su construcción. El último eslabón de esta cadena seria el hundimiento de la cúpula de la iglesia en 1741, por falta de firmeza en el suelo.
Abundando en esta cuestión, en 1966 el doctor Antoni Badía i Margarit en un interesante estudio, sentó las bases para modificar la tradicional interpretación arbórea del topónimo del Lledó castellonense[3]. Al menos desde el siglo XVI, con la aparición de los primeros documentos que relatan la supuesta “troballa” de la imagen, se identifica el lugar y nombre de la Virgen con el árbol llamado en valenciano “lledoner” y “almez” en castellano y nunca con un accidente geográfico.
Sin embargo el lingüista considera que, efectivamente, Lledó tiene una significación relacionada con el relieve del terreno y para demostrarlo, aporta un documento del año 978 que registra la donación de unas tierras en el término de Lucduno, la actual población de Lledó d’Empordà, por el conde Miró de Besalú y el obispo de Girona al monasterio de sant Pere de Besalú. El investigador afirma que este topónimo procede de la forma céltica “lugdunum”, con una procedencia idéntica a la raíz del nombre de la ciudad francesa de Lyon, que significa montaña o colina, y en nuestro idioma “pujol”. De hecho, Badía i Margarit refuerza su teoría señalando la existencia de una pequeña población llamada Pujol, cercana a este Lledó catalán[4].
Según esta hipótesis, el orónimo Lledó
Ciertamente son numerosos los ejemplos de ermitas y otros lugares de culto, que se ubican en asentamientos de hábitat precristiano y aún anterior a la romanización, en ocasiones con un carácter religioso tan evidente como el que la arqueología ha venido demostrando. La basílica se encuentra erigida junto al Caminàs, un viejo camino prerromano que atraviesa toda la comarca de la Plana de norte a sur, en un trayecto paralelo al mar, marcando dos niveles geológicos: El nivel inferior, entre este camino y el mar, originariamente pantanoso y cubierto de espesa vegetación, que fue transformado parcialmente en huerta por romanos y árabes. Y el nivel superior, hasta su línea de contacto con el secano, que se transformaría en la vieja huerta de Castelló[5].
“ A la vora del vell Caminàs”.
Desde los primeros momentos éste singular camino, “el Caminàs”, se convirtió en eje de los primitivos núcleos de población en la Plana. Prueba de ello son los abundantes yacimientos arqueológicos protohistóricos al sur del Millars, situados junto al Caminàs o en sus proximidades, a menudo con poblados construidos sobre pequeñas elevaciones de terreno. Este seria el caso de los ya citados en el Lledó y Vinarragell y también el “pujol de Gasset”, en el Grau de Castelló, entre la acequia de Patos y la Sotanella, donde se localizó un importante plomo con escritura ibérica, que hoy se expone en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
A lo largo pues del Caminàs y en su confluencia con los caminos que discurrían en sentido perpendicular a la costa, se localizaban las antiguas alquerías árabes, pequeños núcleos de poblamiento que albergaban a los miembros de una misma familia o clan. La documentación nos revela la existencia de las alquerías de Almalafa, Beni Amargo (Villamargo), Benimarhúa, Benimahomet, Binahut, Binaciet (Vinatxell), Benirabe, Benicatol, Beniairen, Fadrell y Teccida (Taxida) entre otras. Desde el siglo XII Fadrell fue la más importante. La alquería de Benirabe, situada a un nivel ligeramente superior, fue elegida en 1251 para fundar la nueva población de Castelló.
El castell de Fadrell o castell de la Magdalena ofrecía, por su parte, refugio y protección a los habitantes de estas alquerías dispuestas a lo largo del Caminàs, teniendo a su cargo la recaudación de los tributos y la vigilancia de las vías de comunicación. Este camino recibió después de la conquista de Jaume I en 1233 el sonoro nombre de Caminàs, el camino grande por excelencia. En lugares más o menos próximos a las antiguas alquerías se construirán en el transcurso de nuestra historia “Las Ermitas del Caminàs”.
La interpretación botánica del topónimo “lledó”.
Badía i Margarit observa también que en la edad media es frecuente que un nombre antiguo pierda para la sociedad su significado genuino, otorgándosele otro más claro. Este proceso, según comenta Sánchez Adell, pudo producirse en el Lledó castellonense, al olvidarse el sentido del nombre del relieve y buscarse una asociación botánica, el lledoner como árbol, en relación con la abundancia de lledoners en tierras de la Plana.
El nuevo topónimo “Lledó”, que hace referencia al árbol del lledoner, según el significado más primitivamente documentado del término, refrendaría la explicación tradicional de la troballa de la imagen. Esta acepción del término fue señalada ya por Lluís Revest quien, comentando el documento castellonense más antiguo en que aparece la forma “lledó”, constata que “es usual para designar a la imagen y al árbol que le dio nombre, hace siglos”.
El hecho de que los orónimos, nombres de relieve, no lleven artículo, según Badía Margarit, nos conduce a un nuevo dilema, pues ambas formas, “lledó” o “El Lledó”, conviven en los documentos históricos y en el uso popular, tanto hace siglos como ahora. Para Sánchez Adell la forma sin artículo significaría un residuo del primitivo orónimo, y por tanto, podría inducir a creer que Lledó puede derivar del céltico “Lugdunum”.
Geografía de Lledó
La geografía de los “lledons” se extiende por tierras catalanas, desde l’Empordà hasta la Plana, y desde el Matarranya, en Aragón, hasta Mallorca[6]. La ciudad de Lledó d’Empordà es la población más septentrional. En medio de un terreno accidentado encontramos este pueblo, a 15 km. de Figueres, rodeado de bosques de pinos y carrascas, que fue sede de un monasterio medieval llamado el “Priorat de Santa Maria de Lledó”, administrado por los frailes de la regla de san Agustín. Más próximo a la costa, en el Baix Empordà, se encuentra Sant Cebrià de Lledó. Entre Corbera y Ordal, poblaciones situadas en el Penedés, el famoso Pont de Lledoner les sirve de unión desde el siglo XVIII. El doctor Alvar Monferrer, aporta también la existencia del antiguo pueblo de Sant Julià de Palou, integrado ahora con el nombre de barrio del Lledoner en el norte de la ciudad de Granollers, en el Vallés Oriental, donde veneran en la iglesia parroquial una imagen de la Mare de Déu del Lledó del siglo XIII.
El lledoner es también el nombre de una gran masía y antiguo hostal en el término de Cervelló, cerca del río Llobregat. Tierra adentro está Lledó d’Algars, en la zona aragonesa de lengua catalana. Y en una zona forestal de pinadas, tan sólo a unos kilómetros más hacia el norte, está otro encantador pueblo de interior, Arenys de Lledó.
En Tarragona, la ermita de Sant Joan del Lledó fue derribada para construir las instalaciones de la refinería d’en Petrol. Aquella sencilla iglesia medieval albergaba una preciosa imagen románica de la Mare de Déu del Lledó, que actualmente se venera en la Pobla de Mafumet, la población más cercana, en el mismo Camp de Tarragona[7]. El día de la Candelaria, 2 de febrero, se celebra su fiesta principal, con procesión, música y cultos solemnes. La fiesta adquiere carácter extraordinario cada diez años, con el adorno de portales en las casas y el montaje de altares populares. La escultura original es una talla del siglo XII-XIII, sedente, como la mayoría de estas imágenes, con el Niño Jesús sobre las rodillas.
Pero es en la cercana ciudad de Valls, en el Alt Camp, donde el paralelismo con Castelló sorprende aún mas. La leyenda cuenta que la imagen de la Mare de Déu del Lledó, patrona de Valls, fue hallada en el tronco de un lledoner en 1366, la misma fecha de la supuesta troballa castellonense, por un tal Pere Castelló, sugeridora coincidencia que merecería un estudio comparativo.
El topónimo que comentamos también está presente tierra adentro. En la costa oriental de Sa Dragonera, en las Baleares, se encuentra la cala Lledó, puerto natural donde existen restos prehistóricos de la llamada cultura de los talaiots. En definitiva, el nombre del lugar, los documentos conocidos y las características formales de la imagen, son elementos que confirmarían al Lledó castellonense como un espacio religioso ancestral.
El documento más antiguo de Lledó.
El documento histórico escrito más antiguo que nos habla de la basílica de Santa María del Lledó data de 1375 y fue publicado por E. Díaz Manteca en las páginas del desaparecido Boletín del Centre d’Estudis de la Plana[8]. Localizado en el Archivo Histórico Nacional en Madrid, entre los fondos archivísticos de la cartuja de Vall de Crist, en la sección del clero, se refiere al hecho según el cual Berenguer Vicent, deán de la catedral de Valencia, en nombre y representación de Pietro Corsini, cardenal y rector de la Iglesia de Santa María de Castelló, autoriza al Consell Municipal de la Villa y al Vicario de esta misma iglesia parroquial, Pere Pons, para que puedan celebrarse diariamente misa y oficios divinos en el templo de Lledó. La petición había sido presentada a instancias y ruegos de los Jurados. El citado cardenal también concede autorización para que las ofrendas de los fieles y otros donativos, presentes y futuros, sean para el rector de la iglesia parroquial.
El documento habla de “ermitanea ecclesia”, confirmando la hipótesis elaborada por Lluís Revest al afirmar que el santuario, ya en tiempos medievales, no era un humilladero, ni una capilla. Más grande o más pequeño, era un verdadero templo al que nunca se le da el nombre de “capella” u otro análogo, sino que siempre se le nombra como “esgleya”, “església”, o “ecclesia”. Su administración perteneció desde el primer momento al Consell y prueba del interés municipal por este lugar es el nombramiento de oficiales únicamente para las iglesias de Lledó y de Santa María, pero nunca para otros templos o ermitas, como por ejemplo la de la Magdalena, también de propiedad municipal, a la que se dirigió desde aquel mismo año de 1375 una procesión de penitencia[9].
Según Díaz Manteca, la súplica del Consell y del Vicario de la Iglesia Mayor, debió de efectuarse con anterioridad al mes de enero de 1372, otorgándose también la licencia para oficiar la santa misa en un altar erigido en el santuario, tal vez uno o varios años antes del que marca el documento. Estamos pues en 1370. En el documento en cuestión no se menciona en absoluto la troballa, ni el hallazgo de la imagen, ni el labrador Perot de Granyana, siendo fechas bien próximas a la legendaria aparición de 1366. Tan sólo cuatro años de diferencia los separan y, en éste momento, el culto en Lledó era diario, con un altar para la celebración de la santa misa, caso inaudito para una ermita supuestamente construida pocos años antes.
El segundo documento en antigüedad, visto y reseñado ya a principios del siglo XVIII por José Llorens de Clavell, se refiere a la deliberación conciliar del Consell de la Villa de 30 de julio de 1385, diez años después del anterior, donde la autoridad municipal acuerda nombrar por vez primera una persona responsable del gobierno del santuario.
“ de temps de la conquesta ençà”.
El dato más importante, sin embargo, se encuentra en otro diploma posterior, éste de 10 de Septiembre de 1405, que aporta una información nueva y más interesante sobre los orígenes documentales del templo del Lledó. El papa Benedicto XIII (1394-1417), llamado también el papa Luna, anexionó en 1397 la Iglesia de Santa María de Castelló con todas sus rentas a la cartuja de Vall de Crist. Por esta Bula, expedida en Aviñón, la Iglesia Mayor de nuestra ciudad quedó sujeta durante más de cuatro siglos al férreo yugo del prior de aquel monasterio. Por este motivo, la documentación sobre la Iglesia Mayor siempre habla del Vicario Mayor, una especie de “subalterno”, en consideración a que el cargo de párroco o responsable último siempre lo era el prior del monasterio. La emancipación no llegaría sino hasta el año 1835 con la supresión de las comunidades religiosas, y la desaparición de aquel poderoso cenobio próximo a Segorbe, en la comarca castellonense del Alto Palancia.
A los nueve años de ejercer la rectoría, Pere Pujol, prior de la cartuja de Vall de Crist, viaja a nuestra ciudad a principios del año 1405 para tomar posesión del templo parroquial y cobrar su rentas. No satisfecho con ello y creyendo que también le correspondía la administración del santuario, toma posesión de forma oculta de la Iglesia del Lledó ante la oposición de los Jurados de la Villa, que se niegan a dejar en manos de los monjes cartujos su administración. Los representantes del Consell Municipal, profundamente molestos e indignados por el atropello, alegan en su protesta unos derechos adquiridos por el municipio sobre el mismo “desde la época de la conquista” y que no estaban dispuestos a perder: “La dita Ecclesia de Madona Sancta Maria del Lledó, dicen los Jurados, és estada regida e administrada per la dita Vila (…) del temps de la conquesta ençà”. La tajante afirmación no deja lugar a dudas ni a posibles interpretaciones. Desde el primer tercio del siglo XIII, el Consell castellonense tiene memoria que en Lledó existe un santuario bajo esta advocación mariana, que es administrada única y exclusivamente por el municipio.
En el escrito leído públicamente en la plaza Mayor por los jurados y síndicos de la ciudad, se hizo constar de forma enérgica la posición mantenida por las autoridades de la Villa: la administración de la iglesia de Madona Sancta Maria del Lledó era incumbencia exclusiva del municipio, que la regia a imagen y semejanza de la iglesia mayor de Santa María, eligiendo a un prohombre que custodiaba en su poder tanto las alhajas como los donativos y limosnas de los devotos. Este oficial o “Jurat”, con un cargo semejante al actual concejal-procurador, guardaba cuantos ornamentos y objetos litúrgicos eran necesarios para el mayor esplendor del culto en el santuario. Y todo ello, afirma el documento, desde tiempo inmemorial, desde siempre se diría, “de tant de temps ençà que memòria de homens no és en contrari, del temps de la conquesta a ençà e depuys que la dita invocació de Madona Sancta Maria del Ledó es stada atrobada”[10].
Para el Consell Municipal castellonense, el prior de Vall de Crist pretendía apropiarse de unas rentas que no le pertenecían en absoluto ni a él, ni a los monjes cartujos, sino a la Villa. El documento también afirma que el religioso intentaba “metre la ma en ço que no és seu ni li pertany”. De ahí la protesta firme y el expreso deseo de no ceder ante lo que por costumbre antiquísima le correspondía, como era la administración del santuario de Lledó.
La resolución del pleito entre la cartuja de Vall de Crist y el Consell Municipal se resolvió favorablemente para éste último, máxime cuando cinco meses más tarde el Síndico de la Villa, Juan Tahuenga, presentó ante el prior cartujano un acta de contradicción y protesta[11].
Díaz Manteca concluye que el revulsivo que significó tal pretensión en los ciudadanos castellonenses fue determinante. La villa jamás dejaría perder sus derechos adquiridos a través de más de ciento cincuenta años, defendiéndolos por todos los medios a su alcance a través del Justicia. Y una segunda conclusión. El historiador interpreta este pasaje sorprendente como indicio de la existencia de un ermitorio rural, dedicado a la Virgen María, al menos desde la época de la conquista cristiana, anterior a la aparición de la advocación del Lledó.
La aparición del título e invocación.
La existencia de una ermita en el actual emplazamiento, puesta bajo la advocación de la Virgen María, es algo que la documentación presentada da como un hecho cierto, ya desde el momento mismo de la conquista. Sin embargo, es muy probable que el título especifico y concreto de Santa María del Lledó, que tal vez no tendría en un principio, se le añade por estos mismos años, como deja intuir el documento, al afirmar que el patronato de la Villa sobre el santuario lo era desde tiempos de la conquista y también después “que la dita invocació de Madona Sancta Maria del Ledó es stada atrobada”.
Podemos pensar con cierta lógica que se trataba de una ermita dedicada en principio a Madona Santa María, la Virgen, como era usual en la alta edad media, situada en un lugar denominado ”lledó”, junto al viejo camino preromano conocido como el Caminàs.
El mismo historiador afirma textualmente que “la aparición de esta invocación, equivalente a la troballa de la imagen, se produce en un momento concreto, cuando la iglesia o capilla ya estaba erigida años y años, porque de otro modo no se entiende que aparezca citada expresamente la frase a que nos referimos”[12]. La imagen aparecida en las tierras colindantes a la vieja ermita medieval singularizaría este lugar de culto sagrado años después.
Es en la alta edad media cuando se produce una explosión devocional mariana en la Península Ibérica, teniendo como representaciones sacras de la misma a figuras corpóreas, como consecuencia del trasvase del eremitismo al occidente europeo. Se facilitaba con ello la construcción de muchas ermitas y santuarios marianos, entre ellos el de Madona Santa María, posteriormente del “Lledó”.
Lo cierto es que la identificación de tal devoción a la Virgen con un patronímico concreto se hizo en un tiempo incierto con el antiguo nombre del lugar, “lledó”. Posteriormente, éste nombre sinónimo de “pujol” o colina del dios Lug, se transformó en un topónimo vegetal, con claras referencias a un árbol, el almez (lledoner en catalán), cuando comienza a tomar cuerpo la tradición de “la troballa” [13].
Otra cuestión a plantearse, que también se pregunta Díaz Manteca, es si esta primitiva iglesia rural existiría o no con anterioridad a la conquista de la zona por el Rei Jaume I. Lluís Revest, erudito Cronista de la ciudad, apostaba por retraer el origen del culto y devoción a la Virgen del Lledó mucho tiempo antes de aquel 1366, supuesto año de la troballa. Otros historiadores admiten que la comunidad cristiana anterior a la conquista, que convivía con los musulmanes, pudo haber levantado y/o utilizado esta pequeña capilla. Son los mozárabes que aparecen citados en 1178, en la dotalía de la diócesis de Tortosa[14].
El origen del Lledó como templo, con o sin la supuesta troballa de la imagencita de la Virgen por Perot de Granyana, podría remontarse a los tiempos anteriores a la conquista de Jaume I, como muestra de un culto mozárabe, enlazando así vagamente con un lugar de culto antiguo, puesto bajo la advocación de Santa María.
La pequeña imagen de Santa Maria del Lledó.
Especial atención merece el pequeño icono de Santa María del Lledó, centro de la devoción mariana lledonense durante más de seis siglos. La forma de la figura no es ortodoxa con los modelos del arte cristiano. Paradójicamente, el hecho de que no tengamos durante más de seiscientos años ningún testimonio discrepante respecto a su consideración como representación de Santa María es para reflexionar.
El historiador Carlos Sarthou Carreres[15], que pudo contemplarla de cerca a principios del presente siglo, no se atrevió a publicar las conclusiones a las que habían llegado algunas personas expertas en arqueología cristiana, tras una observación minuciosa. El sacerdote doctor Manuel Trenchs[16], que también conoce la imagen de la Virgen castellonense, desvía la atención identificando la imagen-relicario del altar mayor de la basílica con una Virgen de la Esperanza, que alberga en su seno una figurilla del Niño Jesús. El doctor Sánchez Gozalbo, que tuvo la imagen en sus manos en numerosas ocasiones y que incluso la protegió durante algunos días en su propio domicilio, los primeros días de la guerra de 1936, la describe como una “imagen de seis centímetros de altura, desnuda, de gran tosquedad, mutilada por el plano que pasa por las caderas. Cabeza con pérdida de toda la sien izquierda, algún día separada y hoy pegada nuevamente al cuerpo. Ojos hundidos, nariz de base ancha y gran prognatismo de maxilares. Brazos plegados y cruzados sobre el pecho, con mano derecha más corta y ocultada en parte debajo de la izquierda”.
“Varios y no del todo explicables destrozos y mutilaciones”, afirma el doctor Sánchez Gozalbo, “ha sufrido esta venerada imagen a través de los siglos. Debió por golpe fracturarse la cabeza por el punto débil del cuello y quedar separada del cuerpo; quizá entonces perdiera la mitad izquierda fronto-parietal que todavía acusa hoy, vuelta a pegar como está la cabeza al tronco. También se acortó su altura, mutilándola por la región hipogástrica, recubriéndole después la base de sustentación y parte dorsal del torso, con lámina delgada de plata, bordeada en zigzag de ángulos entrantes y salientes cortos, recordando el halo flamígero o sol radiante que llevan las imágenes medievales de Ntra. Sra. de la O, llamada también de la Esperanza. El saliente o pivote que todavía se vislumbra en éste recubrimiento dorsal de la imagen, sirvió para engastarla o colocarla en el ostensorio o relicario que reseñan como existente en el tesoro de la Virgen, los inventarios más antiguos de la ermita, salvados de la destrucción” [17].
Veamos como la describe el doctor Joaquín Campos Herrero, el primero que se atrevió a publicar sus conclusiones[18]: “Su altura, desde la base de sustentación que parece corresponder a la región hipogástrica, hasta el extremo del gorro con que cubre la cabeza, es de 7 cm aproximadamente. Aparece mutilada en región fronto-parietal izquierda. Se adivina la casi total ausencia de frente, debido al elevado nivel de arranque de la nariz, en la que se han cuidado detalles como los orificios nasales y plano anterior a modo de base triangular ancha. Los cabellos han sido tratados a base de incisiones que caen hacia el torso y cubren la parte anterior de los hombros. Ya éste primer estudio nos sitúa ante un elevado numero de signos existentes a lo largo de la antigua historia de Mesopotámia, que en modo alguno hay que confundir como producto de una acción erosiva violenta: zigzags, saetas, cruces svásticas, rombos, triángulos y ciertas composiciones ideográficas.
El doctor Campos continúa analizando la figura, indicando que “destacan, tanto por su belleza como por la riqueza simbólica que encierran, un brazalete en la muñeca izquierda compuesto por dos trapecios unidos por su base menor. Su amplitud supera la anchura de la muñeca y tiene carácter exclusivamente frontal. Ha sido cincelado en el propio alabastro y es de considerable relieve. Es, pues, el signo más antiguo de cuantos hemos reconocido, contemporáneo forzosamente con la figura. En el centro del antebrazo derecho, que se encuentra a menor altura, hay grabados intensamente dos rombos, en posición vertical, unidos por su vértice. En el centro del pecho un orificio sirve de eje a un asterisco. Este jeroglífico no se percibe en su totalidad, ya que desaparece parcialmente en los cuadrantes de la derecha”.
La reina de las estrellas.
“Estamos sin duda”, afirma con rotundidad el doctor Campos Herrero, “ante una antiquísima representación de la diosa-madre. Por si fuera poco su forma, acuden en apoyo de éste parecer los jeroglíficos que sobre su cuerpo pueden hablarnos de su origen temporal y espacial, al tiempo que manifiestan el carácter divino de la misma”.
En un estudio posterior el profesor profundiza sobre los signos que aparecen sobre la imagen, interpretando que estos pertenecen a una versión de la diosa-madre designada como Isthar, numen que alcanzó gran preponderancia sobre el resto de dioses, y a un culto floreciente. En Babilonia, la figura suprema entre las divinidades femeninas era Isthar, la gran diosa madre, considerada como ser divino creador del universo y que garantizaba la fecundidad de la tierra. En Fenicia y otros territorios recibió el nombre de Astarté y fue la predecesora de la Afrodita griega y la Venus romana. En la mitología religiosa de Asia occidental se identificaba a la diosa con el planeta Venus y se la consideraba hija de Sin, el dios Luna, y hermana de Shamas, el dios Sol. Se decía que el dios Anu, la suprema deidad, había invitado al resto de los dioses a llamarla “Isthar de las estrellas”. El asterisco grabado en el pecho de la imagen de Santa María del Lledó tiene, tal como apunta el doctor Campos, una relevancia divina.
Sus imágenes se colocaban tras la puerta, bajo el pavimento, en pequeños nichos en las dependencias más nobles de las casas y eran objeto de acciones rituales varias, según las costumbres y siempre en relación con los diversos poderes efectivos de la divinidad.
Isthar reúne, según el doctor Campos Herrero, todos los rasgos arquetípicos de la madre y ello constituye, sin duda, la clave para interpretar el éxito de este numen, porque con el paso de los tiempos se van depurando tales características de otros elementos secundarios o simplemente anecdóticos, de modo que Isthar representa la Gran Madre, de forma tan diáfana entre las otras divinidades femeninas que sólo puede parangonarse con la Virgen María, cuyo nombre, representando la máxima depuración de tales conceptos, llega a suplantar a la arcaica deidad [19].
El tipo del Lledó, según se afirma en estos excepcionales artículos, se encuentra representado a lo largo de una franja que puede tomar como eje el río Tigris y alcanza hasta Mesopotámia central, buscando paralelismos en las figuras votivas del Neolítico del próximo Oriente, que representan a la diosa-madre, cronológicamente datados entre el VII y el VI milenio a.C. El doctor Joan Llidó Herrero, en su reciente tesis doctoral presentada en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, la sitúa entre el 5.506 y el 73 antes de Cristo[20]. Su llegada a nuestras costas bien pudo hacerse a través de los intercambios culturales y comerciales del mundo fenicio.
El arqueólogo Ferràn Arasa Gil también considera la indiscutible originalidad de la figura en el marco de nuestros testimonios arqueológicos, aunque encuentra a su vez ciertas semejanzas con algunos ídolos femeninos de Andalucía y Portugal, característicos del periodo calcolítico, que la situarían como la pieza más septentrional de esta incipiente estatuaria eneolítica[21].
Una tercera y de momento última investigación fue realizada en 1986 por el catedrático emérito de la Universidad de Zaragoza, el profesor Antonio Beltrán y por su ayudante, el profesor Francisco Marco. La iniciativa corrió a cargo del Centre d’Estudis de la Plana, después de la celebración en nuestra comarca de las Primeras Jornadas sobre santuarios, ermitas y eremitas. Por vez primera, la pequeña imagen del Lledó fue despojada de la chapa de zinc de protección de la espalda y zona baja de los brazos, para facilitar durante varias horas su estudio de forma detenida.
En sus conclusiones el profesor Beltrán afirma que se trata de una figura femenina, de alabastro blanco y duro, pero sin ninguna característica concreta de feminidad, que no está desnuda, sino que la cubre un manto o túnica, por encima de los brazos, que podría explicar que no se adviertan los detalles femeninos del cuerpo, aunque su aspecto general así parece confirmarlo. La imagen se labró como objeto de culto, que según el orónimo de “lledó” puede reflejar un viejo culto indoeuropeo.
Para el catedrático aragonés, nada se opone a que en el Lledó existiese un santuario hallstático o ibérico e incluso púnico, aunque la imagen no tiene nada que ver con las que pueden corresponder a estos cultos, pudiendo ser una escultura obra del arte popular de cualquier tiempo anterior al siglo XIV, en la que habría que admitir extrañísimas influencias orientales, vagamente expresadas, pero nunca una obra erudita de un escultor al servicio de cualquiera de las culturas que podemos individualizar en la península[22].
En cualquier caso, acaba indicando el doctor Beltrán, siempre resultará que el pueblo con su sabiduría, que hace las cosas anónimas, intemporales y simplificadas, adoptó como cosa propia la forma plástica de la estatuilla, convirtiéndola en la Virgen del Lledó y distinguiéndola con su devoción sin solución de continuidad desde los tiempos medios hasta nuestros días.
Un antiguo culto pagano, cristianizado.
El momento y de qué forma la pequeña imagen fue asumida por el pueblo como representación plástica de Santa María, la Virgen Madre de Dios, continua siendo un misterio. Podría pensarse que el proceso de integración de las prácticas religiosas paganas en el nuevo orden cristiano, que se produjo a partir del II Concilio de Nicea, explicaría la adscripción de la imagen del Lledó al culto de la Virgen María. Pero la explicación, como afirma M. Carceller[23] tiene obstáculos que se nos presentan aún ahora enigmáticos, porque es difícilmente explicable que una pequeña figura de 7 cm de altura tuviera algún tipo de culto precristiano. Tal vez cabría pensar, afirma este periodista, que se trata de una imagen de devoción en el hogar o incluso de algún exvoto, una ofrenda a la divinidad proveniente del cercano santuario de Venus, en las marismas de Almenara, en señal de un beneficio recibido. Por otra parte no parece posible la coexistencia de ningún culto pagano en la zona del Lledó en la época musulmana de dominio almohade, de una incontenible furia iconoclasta contra cualquier representación figurativa.
Una vez reconquistada y cristianizada la zona por Jaime I en 1233, se restaura en buena parte el culto cristiano en nuestras tierras, dedicándose numerosos templos a santa María bajo la advocación de su gloriosa Asunción a los Cielos.
Sin embargo, como es práctica constante en la Iglesia Católica medieval, la imagen de la Virgen María no suele recibir culto público hasta el Renacimiento, sino en tanto en cuanto es trono de gracia del Hijo e imagen de la Madre de Dios, la “Mare de Déu” de las tierras de lengua catalana, siendo acompañada en la mayoría de sus representaciones con la imagen del Niño Jesús o relacionada directamente con los misterios de la Salvación.
En esta práctica habitual entran en nuestra consideración las lógicas excepciones, caso de la devoción al misterio de la Asunción de María antes citado, que durante los siglos medievales se representa como imagen yacente, la “Mare de Déu gitadeta” o “la dormición de María”, pero raramente en pie, como sería el caso de la imagen de Lledó.
Nadie que hubiese encontrado en la tierra, en pleno siglo XIV, la pequeña figura del Lledó, hubiese sido capaz de asociarla con una imagen de la Virgen, y mucho menos posible hubiese sido el que la Iglesia oficial la hubiera asumido tan rápidamente como imagen de Santa María, hasta el punto de autorizar el representante del cardenal Pietro Corsini al clero de la Iglesia Mayor, la erección de un altar para la celebración de cultos diarios, involucrando al propio Consell. En la Iglesia de Santa María se veneraban por entonces preciosas imágenes de la Virgen en pintura y escultura, que ni remotamente recordaban la tipología de la imagencita del Lledó, de formas toscas y poco atrayentes.
La pequeña imagen del Lledó aparece, al menos aparentemente, desnuda y sus rasgos en ningún momento precisan si se trata de una representación masculina o femenina. Difícil, sino imposible resultaría que, hallada en 1366 como quiere la tradición local, fuese de inmediato identificada con una representación de la Virgen María.
En la segunda mitad del siglo XIV, las sucesivas oleadas de pestes, el despoblamiento de la ciudad y la distorsión consiguiente, a punto estuvieron de borrar del mapa la incipiente población de Castelló. Eran tiempos de una fuerte depresión económica y social en toda la comarca de la Plana. En estas circunstancias hubiese sido más comprensible un aumento de la devoción ante cualquier fenómeno religioso capaz de mantener la esperanza. Pero ni aún así se justificaría la adopción de una imagen tan poco ortodoxa y de características tan extrañas.
La necesidad durante aquellos años de fuertes estímulos, apariciones y señales prodigiosas, reales o ficticias, difícilmente serían capaces de justificar tal alteración en las costumbres, al menos considerando las características formales de la figura y la repercusión inmediata. Ello supondría tanto como considerar a los castellonenses de aquellos años poco menos que incapacitados para discernir la evidencia y situarlos casi al borde de la más ridícula de las ingenuidades.
Avalada por una larga historia devocional.
La tipología formal de la figura, en absoluto atractiva a la sensibilidad de entonces ni de ahora, a pesar de ciertos gustos en determinados tipos de religiosidad y cultos populares, hubiese sido capaz de concitar tan grandes adhesiones y de movilizar peregrinaciones organizadas de toda la comarca de la Plana y aún obligar a los Jurados a ensanchar los muros y elevar las bóvedas de la Iglesia, tan sólo diez o doce años después del supuesto hallazgo.
De no haber llegado la imagen a aquellos días avalada por una importancia religiosa y devocional anterior, que aún hoy se nos ofrece envuelta en el aura del misterio, hubiese repugnado su veneración no sólo al gusto artístico de la época, sino a toda una filosofía de la vida que como tal necesita, capta y expresa los valores vitales para su existencia de una forma determinada en cada momento. Y por supuesto no resulta convincente afirmar que, existiendo Lledó desde tiempos de la conquista de la Ciudad y aún antes, una figurita de apenas 7 cm, de rasgos toscos, mutilada y sin ninguna representación del Niño Jesús, pueda sustituir en los siglos XIV o XV otra representación gráfica de la Virgen María, venerada en el interior de una capilla de larga tradición devocional, que el propio Consell considera como propia y defiende con total firmeza. La imagen estaba allí desde tiempo inmemorial, aceptada por todos, primero como figura de la Virgen María y a partir de un determinado momento bajo la advocación de “Lledó”.
El fenómeno producido en torno al Lledó castellonense no puede ser entendido sino considerando la existencia de un primitivo lugar de culto, sacralizado desde antiguo, donde se veneraba una pequeña imagen, sabiamente cristianizada en tiempo incierto y asumida paciente y pedagógicamente como imagen de la Virgen, Santa María, la Madre de Dios. Así ocurrió en otros lugares, gracias a los elementos propagadores de la nueva fe y por la aceptación del resto de la comunidad, que trasmitió sus fervores de padres a hijos. Incluso para el pueblo creyente de Castelló, su nacimiento a la fe cristiana entorno a la Virgen del Lledó se convierte en un elemento enriquecedor, mucho más interesante teológicamente que el simple descubrimiento de una figura e infinitamente mucho más importante y vinculante que el hallazgo de una estatuilla en la raíz de un almez, entre la tierra y en pleno trabajo de un labrador, a pesar de todo el simbolismo que ello alcanza.
Venerada desde tiempo inmemorial sin título específico, como era costumbre en la devoción medieval, fue designada posteriormente con el patronímico de Lledó, tomando el nombre del lugar (“pujol”, montaña o colina), donde había sido fundado el ermitorio, ampliando también la denominación a la propia iglesia solariega, como queda reflejado en los documentos de los archivos: “e açò han feyt e fan de present, de tant de temps ençà que memoria de homens no es en contrari del temps de la conquesta ençà, de depuys que la dita invocació de madona Sancta Maria del Lledo es stada atrobada” [24].
En resumen hemos de aceptar con el doctor Campos Herrero que la imagen venerada como Mare de Déu del Lledó es la “más antigua de cuantas en el mundo son figuración de María” y también “el ejemplo vivo de una de las evoluciones de mayor belleza y riqueza de contenido”. Ni las directrices emanadas por el Concilio de Trento y la Contrarreforma, que ordenaban sepultar piadosamente aquellas imágenes que repugnasen a la sensibilidad de las gentes y al honor debido a la Madre de Dios, consiguieron desterrar del altar mayor de su Santuario esta veneradísima imagen de Nuestra Señora. Así, la piedra que los contrarreformistas desecharon o ignoraron se ha convertido en piedra angular. Por Lledó, lugar sagrado, Castelló de la Plana es uno de los centros del universo.
[1]SÁNCHEZ ADELL, José (1981).Dos notas para la historia de Madona Santa Maria del Lledó en Millars, VII, Castelló. pp 7-21.
[2]Ibídem p.8.
[3]BADÍA MARGARIT, Antonio M. (1966,):Y a-t-il un derivé de Lugdunum en Catalogne?. Mélanges de Lingüistique et de Philologie romanes offerts à Monseigneur Pierre Gardette, Strasbourg, p.51, citado por SÁNCHEZ ADELL, José. (1981): Dos notas para la historia….. Op cit.. BELTRAN, Antonio y MARCO, Francisco (1987): La Mare de Déu del Lledó. Estudio Arqueológico. en Butlletí del Centre d’Estudis de la Plana. Nº 9, Castelló. p 14.
[4]Cf. AGUYÉ, Sebastià. (Carceller Safont, Manuel). Lledó, el lugar sagrado. En Levante de Castellón, domingo, 9 de mayo de 1993. p.36
[5]SÁNCHEZ ADELL, José (1989): El Caminàs. Introducción a “Les ermites del Caminàs”. Excm. Ajuntament de Castelló-Museu Municipal d’Etnología.
[6] Cf. AGUYÉ, Sebastià. (Carceller Safont, Manuel). Geografía de Lledó. En Memoria Urbana. Levante de Castellón, domingo, 9 de mayo de 1993 y Lledó, Boletín Informativo de la Real Cofradía del Lledó. II época, nº 7, mayo (1994), pp. 12-13.
[7]La existencia de esta imagen de la Mare de Déu del Lledó fue descubierta gracias a las gestiones del archivero de la Real Cofradía, Juan José Porcar. Con motivo del Año Santo Mariano, se organizó una excursión a esta pequeña ciudad tarraconense, desplazándose algunos miembros de la Junta de Gobierno, entre ellos el propio archivero, Vicente Farnós de los Santos, Antonio Losas Latorre y el autor de este trabajo. Este primer contacto supuso el inicio de una relación entre la Real Cofradía del Lledó castellonense y el párroco de aquella iglesia.
[8]DÍAZ MANTECA, Eugenio (1985): Notas documentales sobre el Lledó medieval (nuevas aportaciones).En Butlletí del Centre d’Estudis de la Plana. Any I. Núm. 4. Castelló. pp. 57-72.
[9]REVEST CORZO, Lluís (1924): Madona Sancta Maria del Lledó. Notas trecentistas (1379-1384).Sociedad Castellonense de Cultura. Castellón.
[10]”dit prohom elet té en son poder les joyes de la dita ecclesia e del acapte e de les presentalles que en aquella se fan, fa en aquella ab consell dels dits jurats e prohomens aquelles coses que entén que són necessàries, així en vestiments, campanes, calzes, creus e creus d’argent, fabricha de aquella e altres coses. 1405, septiembre, 10. A.H.N. Sección de Clero. Carp.470, doc. núm. 10. Pergamino 20×580 cm. Vid. DÍAZ MANTECA, Eugenio (1985):
Notas documentales sobre el Lledó medieval”. Ob cit. doc. núm. 1.
[11]”Item fon proposat per los dits honrats jurats, que com lo reverent prior de la vall de Jesucrist amagadament hagués presa la possessió de la església de Madona Sancta Maria del Lidó…. e lesta aquella llandonchs, lo dit honrat Consell delliberà e acordà que l.acte o feyt de Madona Sancta Maria del Lidó fos be deffes per justícia, per manera que.l prior e tot altre conegués que en aquesta vila havie esforç, e que no lexarie perdre la dita vila llur dret, ans entenie be deffendre aquell aytant com posible fos per justicia”. Vide SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel (1965) : La ermita de Nuestra Señora del Lledó y los Jurados. En Lledó en la Història. Castelló (1995) doc. I.
[12]DÍAZ MANTECA, Eugenio (1985): Notas documentales sobre el Lledó medieval”. Ob cit.p. 68
[13]La primitiva reja que cerraba el presbiterio de la Basílica, realizada hacia el 1590 por el cerrajero castellonense Gaspar Monseu, se adornaba con varios escudos pintados por Tomás Hernández en 1605, en los que campaban algunos “lledoners”: “Item en los dos escuts que venen al costat de dita creu se han de pintar los lledoners, o alló que ben vist será y dins un ouat…”Cfr. SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel (1966): Mejoras en Lledó. En Lledó en la Història. Castelló (1995) p. 103. La presencia de lledoners es notoria a partir del siglo XVII, tanto en algunos ornamentos litúrgicos, donde aparecen bordados, como en lienzos de pintura o en orfebrería.
[14]BETÍ BONFILL,Manuel (1926): Orígenes de Castellón. Sus primeros señores. Sociedad Castellonense de Cultura. Castelló.
[15]”No nos ha sido fácil examinar de cerca esta venerada y diminuta escultura, pero alguna persona perita que lo ha conseguido nos expone opiniones que no nos atrevemos a transcribir”
SARTHOU CARRERES, Carlos. Geografía General del Reino de Valencia, dirigida por F. Carreras Candi. Provincia de Castellón.
[16]TRENCHS, Manuel (1947): María. Iconografía de la Virgen en el Arte Español. Madrid. p.82.
[17]SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel (1949): Imágenes de Madona Santa Maria. Notas para un inventario en las comarcas de Morella, el Maestrazgo, la Plana y Segorbe. Boletín Sociedad Castellonense de Cultura. tomo. XXV. Castelló. pp. 465-468
[18]CAMPOS HERRERO, Joaquín: Elementos míticos en una advocación mariana: La Virgen del Lledó. Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura. tomo LV, abril-junio.(1979). Castelló. pp. 129-144; y tomo LVI, enero-marzo (1980), pp. 91-97.
[19]Ibidem, tomo LXI, julio-septiembre (1985), p. 447.
[20]LLIDÓ HERRERO, Joan (1998): Las manifestaciones de lo divino en las culturas prehistóricas castellonenses”. Pontificia Universidad Gregoriana. Roma.
[21]ARASA GIL, Ferrán (1979): Arqueología del terme municipal de Castelló de la Plana. En Cuadernos de prehistoria y arqueología castellonense. Diputación Provincial de Castellón. p.153. El profesor Arasa describe de esta forma la imagen: “Aquesta imatge és una figureta d’alabastre, de 7 cm d’altura. La seua base de sustentació, que sembla correspondre a la regió hipogàstrica, i la part dorsal estan recobertes en l’actualitat per una fulla d’argent acabada en zig-zag, que permetria sostindre-la als vells reliquiaris. El cap està recobert per un casquet, i sembla mutilat en la regió fronto-parietal esquerra. El front és quasi inexistent, degut a l’elevat nivell d’arrancament del nas, en el qual s’han cuidat detalls com els orificis nasals. Els cabells han estat tractats com a incisions allargades que cauen cap als muscles, conservant en la part del cap vestigis de pintura fosca. Els ulls tenen forma el·líptica molt estilitzada, i estan pintats d’un blau fosc. Damunt del pit, i en la seua part central, apareix un orifici que serveix d’eix a un asterisc, rematat al seu exterior per un estel apuntat que uneix, de dos en dos, els radis del mateix. Aquest asterisc no es veu en la seua totalitat, ja que desapareix en part sota els quadrants de la dreta, calculant-se els radis entre 16 i 20. Al bras esquerre i a l’altura del canell te un relleu composat per dos trapezis allargats units per la seua base menor, superant la seua amplitud l’amplària de la govanella. Al centre del braç esquerre, que es troba a menys altura, hi han gravats dos menuts rombes en posició vertical i units per un dels seus vèrtex. En la perpendicular inferior del colze dret, quasi al final de la superfície visible del cos, sembla dibuixar-se un ideograma horitzontal. En tot el cos cal assenyalar possibles vestigis de policromia ocre, apareixent de forma inequívoca com una banda fosca de tonalitat grisenca en la part inferior del braç esquerre. Per últim, cal dir que, malgrat l’opulència formal, la figureta no ofereix signes d’esteatopigia”.
[22]BELTRAN, A. – MARCO, F (1987): La Mare de Déu del Lledó: Estudio Arqueológico. Op cit p.59.
[23]Cr. CARCELLER SAFONT, Manuel: La Reina de las Estrellas. En Levante de Castellón. domingo, 2 de mayo de 1993. p.34.
[24]FRANCÉS CAMÚS, Josep Miquel (1986): Sobre la Virgen del Lledó castellonense y la “supuesta” troballa. Primeras Jornadas monográficas sobre Santuarios, ermitas y eremitas. Monografía núm. 1 del Centre d’Estudis de la Plana. Castelló.
La sociedad castellonense, que cuenta apenas con un siglo de existencia, se encuentra inmersa, en la segunda mitad del siglo XIV, en unas circunstancias adversas. Las sequías, la escasez en las cosechas de trigo y las mortandades producidas por la peste y el paludismo, a causa de las aguas estancas en el cultivo del arroz, frenaron el crecimiento demográfico y económico, alterando el desarrollo urbano. Esta coyuntura desfavorable subsiste hasta los tiempos de Pere IV (1336-1387), en cuyo reinado aparecen los primeros documentos de nuestro archivo municipal que descubren la existencia del Lledó como centro de peregrinaciones organizadas y punto de atracción religiosa, no ya local sino incluso comarcal e intercomarcal.
A partir de 1379 se produce en nuestras comarcas una época de fuerte despoblamiento y grave distorsión social, que en un periodo de treinta años redujo de forma manifiesta la población castellonense de mil a cuatrocientos hogares. A pesar de la difícil situación, el manobrer-lloctinent del sacristà propone al Consell Municipal ampliar la iglesia de Santa María del Lledó, -”obrar et crexer aquella” -, en aquel momento pequeña e insuficiente para albergar las numerosas peregrinaciones penitenciales que hasta allí acudían. Dice el documento que las gentes acudían por devoción, pero que el edificio no podía acogerlos dignamente: “per devoció que y han et van a vetlar bonament no y poden cabre”.
Atento el Consell a las necesidades surgidas decide ampliar el templo, acordando trasladar desde la ciudad una portada de piedra y las tejas retiradas o inutilizadas del antiguo hospital de la villa[1]. Es la primera ampliación conocida del pequeño templo donde se veneraba la imagen de Santa María del Lledó. El documento, publicado por Lluis Revest, confirma que las peregrinaciones llegadas al santuario “axí dela dita Vila com altres stranyes”, presuponen movimientos devocionales organizados, tanto de la ciudad como de otros lugares desconocidos, que en su marcha hacia el templo dañaban los campos de cultivos cercanos, de lo cual protestan sus propietarios al Consell[2].
Centro de peregrinaciones
Una de las primeras peregrinaciones, conocidas por los testimonios escritos de los archivos, es la que llega en 1394 desde Vila-real y Almassora, con tal número de sacerdotes, que es necesario solicitar de otras parroquias vecinas cíngulos, albas y amitos para revestirse el clero que acompaña a los devotos en el camino del santuario [3].
En la primavera del año 1404 es la Ciudad quien peregrina al Lledó. El 15 de junio, el Consell acuerda que los juglares, a son de trompas y timbales, avisen a todo el vecindario que el viernes próximo será festivo, que ayunen todos, menos los niños menores de siete años, y descalzos y en procesión de rogativa solemne vayan todos al santuario para oír misa y suplicar a Santa María del Lledó el final de la peste que azotaba la comarca. Confía con ello el Consell que el Todopoderoso, por su piedad y misericordia, aparte de la ciudad aquella fuerte plaga[4]. Los piadosos asistentes recibieron por caridad como era costumbre una ración de pan, que previsoramente mandó amasar el Síndico.
Los primeros cargos municipales.
De las mejoras y ensanche de la primitiva iglesia y de la administración del patrimonio de la Virgen se cuidaba el Consell. Celosos protectores del lugar, acudían cuantas veces se hacia necesario a reparar, reformar o reconstruir los muros y bóvedas de la iglesia solar del Lledó. De año en año, el segundo día de Navidad, fiesta de sant Esteve, se procedía a la elección de los cargos rectores del templo y de sus administradores, que actuaban por delegación de los propios Jurados.
El “manobrer” u obrero era el encargado de cuanto hacía referencia a obras y mejoras. Era su vigía e inspector, colector de limosnas y pagador de cuantas mejoras se hiciesen. El “sacristà” o tesorero era el administrador de los donativos y limosnas que ininterrumpidamente aportaban los devotos y peregrinos, o en su caso de los fondos destinados por el propio Consell, cuando así era necesario. Era también el “sacristà” quien ejercía funciones parecidas a las del oficio del mismo nombre de nuestra viejas catedrales, teniendo a su cargo la custodia y conservación de las ropas, ornamentos litúrgicos y las joyas del tesoro de la Virgen. Cada año, el “sacristà” saliente entregaba todo el tesoro de ropas, muebles y alhajas al sucesor nombrado por el Consell Municipal, con la obligación de rendir cuentas mediante acta levantada por el notario, ante dos testigos.
Estos Inventarios y relaciones exhaustivas que desde 1528 a 1926 han llegado hasta nuestros días, formando parte de los distintos protocolos del Archivo Municipal, son una riquísima fuente de información para reconstruir la historia artística y devocional del Lledó.
En los primeros documentos conocidos sobre el santuario, que aparecen en los más antiguos “Llibres de Consells”, ya se especifican los nombres de todos aquellos personajes, que por delegación de los ediles municipales, cumplen atentamente sus obligaciones. Aquel año de 1379, cuando aparecen las primeras obras de ampliación del pequeño santuario, asumía las funciones de ”manobrer e lochtinent de sagristà de Sancta Maria del lido” la misma persona, Joan Dalçamora, con la misión de atender y supervisar las obras y mejoras necesarias en la fábrica del templo.
A este le sucedió el jurado Berenguer Serra, quien el 17 de mayo de 1380 “tingué en administració la Ecclesia de Madona Sancta Maria del ljdo”, figurando el 30 de diciembre del mismo año Jaume Solà, el mismo seguramente que figura de “manobrer” hasta 1396, aunque como afirma el doctor Sánchez Gozalbo, no quedan bien deslindadas las funciones de “manobrer” y “sacristà” en estos primitivos tiempos.
Tanto los vecinos del lugar, como los propietarios de las fincas colindantes al templo huertano y hasta los peregrinos, acuden a los jurados para resolver cuestiones concernientes al santuario y éstos les nombran socios o ayudantes “lochtinents”, para que cooperen y les sustituyan, como en el caso de Alçamora. Lo cierto es que con un nombre u otro, aquellos primeros cargos en la administración cuidan de la fábrica del santuario, administran sus bienes y procuran aumentar el culto y la devoción a la Virgen.
El papa Luna y Lledó.
Hasta tal punto consideraron los Jurados el templo como de su incumbencia que nunca regatearon esfuerzos para obtener su primacía frente a otras iglesias, ermitas o capillas de la ciudad. En 1411 solicitaban del papa Luna, Benedicto XIII, a su paso por San Mateo, capital del Maestrazgo, que caso de quedar en entredicho o cerradas al culto las Iglesias de la Villa, pudiese al menos quedar abierta y oficiarse la misa en el templo de Santa María del Lledó[5]. No pudiéndose entonces obtener tal concesión, se volvió a insistir en 1450 cuando, aprovechando un viaje a Roma de Nicolás de Reus, el Consell le encarga que gestione con el Santo Padre éstas y otras licencias, una de ellas referente al santuario[6].
Si primero fue dique infranqueable contra las pretensiones de Vall de Crist, ahora lo será contra el clero local, que quiere hacer valer sus derechos sobre el culto celebrado en la basílica. En 1429, el prior del convento de San Agustín de Castelló había celebrado Misa en el altar mayor del santuario. Cuando la noticia llegó hasta el Vicario de Santa María, los sacerdotes de la Iglesia Mayor manifestaron su indignación y su protesta ante las autoridades municipales, aduciendo que ningún religioso ni cualquier otro sacerdote, que no fuera del clero local, podía celebrar misa en Lledó
La postura del clero secular fue tomada por los Jurados como una clara intromisión, haciendo constar su protesta ante el obispo de Tortosa. La iglesia de Lledó era de la Villa y los sacerdotes de Santa María no podían tomar sobre ella decisión alguna[7]. Los administradores solicitaron al mismo tiempo del obispado la oportuna autorización para que, sin distinción ni exclusivismo alguno, las celebraciones religiosas pudieran ser oficiadas por todos los sacerdotes, tanto religiosos como seculares.
El Santuario invadido por camas y utensilios: La peste.
Pasados treinta y cinco años desde aquellas pestes de principios del siglo XV, otro brote epidémico de peste bubónica diezma la villa, siembra el espanto y aleja a sus habitantes. El santuario se ve inundado por las gentes que huyen de la población, temerosas de contraer la mortal enfermedad, invadiendo el interior del recinto sagrado en promiscuidad de hombres, mujeres y niños. Una vez más el Consell toma cartas en el asunto y el 7 de agosto de 1439 ordena el desalojo de la Iglesia ,la retirada de camas y enseres del templo y su traslado como mínimo a los pórticos o en su caso a las caballerizas de la casa del ermitaño. Caso de no cumplir con la orden municipal, se amenaza a los contraventores con una fuerte multa destinada a la compra de cera y aceite para alimentar la lámpara que ardía continuamente frente la pequeña imagencita[8]. Cuando aún no habían remitido las secuelas de la enfermedad, el Consell acordaba celebrar otra procesión de penitencia al santuario el día de Nuestra Señora de Agosto, “per tal que nostre Senyor Jhesu Xrist nos vulle rellevar aquesta mortalitat en que de present la Vila es, com notoriament se muyren de epidemia”.
La rogativa de aquel 15 de agosto estuvo acompañada con actos de caridad y reparto de comida a los más pobres, permutando el Consell los premios de las festividades, el precio de varias ocas de los juegos populares de las fiestas de la Asunción de la Virgen, en harina de trigo con que amasar el pan bendito que se daba a los peregrinos asistentes. Los organizadores reservaron sin embargo una oca para no perder la tradición festiva del día de la Asunción[9].
El plato petitorio circula por toda la Diócesis.
A mediados del siglo XV, en 1448, los Jurados solicitan del obispo de Tortosa, Otón de Montcada, que un “bací” o plato petitorio del santuario pudiese circular por todos los pueblos de su jurisdicción, colectando limosnas y donativos para el culto de la Virgen. Escribían los Jurados al prelado que Castellón tenía en su término una Iglesia bajo la advocación de Santa María del Lledó, donde acudían las gentes comarcanas con gran devoción, por los milagros y las gracias que dispensaba la Señora[10]. Los Administradores formulan la petición confiados en que las limosnas acrecentarán la devoción y el fervor, incitando aún más a los fieles de toda la diócesis a visitar el santuario.
El ermitaño, montado en su borrica, recorre los caminos que conducen a Borriol, Vilafamés, Llucena, l’Alcora, Vila-real y Almassora, entre otras poblaciones de las comarcas castellonenses, recogiendo donativos en especies y los frutos de las cosechas, que posteriormente eran subastados y vendidos[11]. En la ciudad también se realizaba un “acapte” cada viernes, a la caída de la tarde, a la hora del rezo del oficio de “completas” [12].
El retablo de los siete gozos.
Era el año de 1452 y el pintor castellonense Nadal Renau solicita permiso a los Jurados para retirarse al Lledó para vivir como eremíta. La petición fue aceptada por el Consell Municipal a condición de compartir la vivienda, trabajos y cuidados con el ermitaño titular, de apellido Martorell. Ambos tendrían idéntica obligación de cuidar los huertos, recorrer los caminos con la borrica, pidiendo limosna, y de rendir cuentas al Administrador de la Casa y ermita del Lledó o al “manobrer”.
Fue Nadal Renau destacada personalidad del mundo de la pintura local. Nacido a finales del siglo XIV en Castelló, recibió en distintas ocasiones numerosos encargos de pinturas y decoraciones por parte del Consell Municipal y del propio Batlle de la ciudad de València. Así en 1415, por ejemplo, pintó y decoró las paredes del pórtico del Almudín Real, con el escudo de la Generalitat entre ángeles.
Que fue persona destacada lo descubre el inventario de sus bienes, donde incluso figuraban algunos esclavos moros a su servicio y el hecho de haber recibido el encargo del Consell Castellonense de pintar las banderas de la Ciudad para la visita de Benedicto XIII, el papa Luna, que realizó en 1414 acompañado de sant Vicent Ferrer. En 1447 el pintor solicita avecindarse en València, pero finalmente acaba sus días en Lledó como ermitaño, cuando sobrepasaba ya el medio siglo de vida.
Posiblemente fue Nadal Renau el autor del retablo de pintura sobre tabla que desde esta misma época y con el tema de los Siete Gozos de María, adornó el altar mayor del santuario. Los polípticos con el tema de los “Septem Gaudia Spiritualia” expresaban una devoción mariana, muy en auge en aquella época, por todas las tierras de la Corona de Aragón. Por la venta en 1667 de sus tablas, ya desmontadas, hemos podido conocer sus dimensiones y los temas representados [13].
El viejo retablo del Lledó, prácticamente idéntico al que pintó Pere Serra en 1375 para la Seu d’Urgell, presentaba sin embargo la singularidad de no disponer de tabla central, porque en éste espacio y dentro de una hornacina se veneraba la imagencita de la Virgen , expuesta en el interior de un relicario de plata. Otro ejemplar semejante era el retablo del santuario de la Mare de Déu del Llosar, en Vilafranca, pintado por Valentín Montoliu en 1455, ahora en el Ayuntamiento de aquella población de la comarca de “Els Ports”.
Centrado el retablo por esta hornacina con la imagen de la Virgen, se representaba en la calle lateral derecha la Anunciación de María, el Nacimiento de Jesús, y la Adoración de los Magos, reservándose para la calle lateral izquierda la Resurrección de Jesús, su Ascensión a los cielos y la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Sobre la hornacina se representaba la muerte y asunción de Nuestra Señora, culminando la parte alta con el Calvario como era habitual. Otros cinco temas en tablillas mas pequeñas constituían el banco o predela de base, centrando la composición el Cristo como Varón de dolores frente el sepulcro, acompañado de la Dolorosa, san Juan Evangelista y distintos símbolos de la pasión. Su número, aunque no los temas, los descubre un Inventario del Santuario redactado los años en que fue desmontado para su venta “per quant no son de util adorno algú pera la hermita”[14].
En 1641, cuando ya se encontraba muy deteriorado y con motivo de algunas obras de reforma del altar mayor, el carpintero Josep Vidal construye una nueva predela o sotobanco para levantar todo el retablo a mayor altura. Sin embargo el altar, de proporciones ajustadas a una reducida iglesia gótica con cubierta de madera a dos aguas, quedó empequeñecido ante el cambio y ensanche de la cabecera del santuario en 1656, efectuado según el proyecto de Joan Ibáñez . Al final sucumbió, víctima de las nuevas necesidades y de la moda impuesta por el barroquismo imperante. A raíz del contrato con el escultor Pere Ebrí para la construcción del nuevo retablo en 1674, fue desmontado y subastadas las tablas al mejor postor, con el fin de recaudar fondos para la fábrica del santuario.
Previamente a su venta, las viejas tablas fueron restauradas y retocadas por el pintor Josep Esparza[15]. El carpintero Joan Escoín levantó el armazón de listones del dorso del retablo, troceando la madera sobrante, para enmarcar con ella ocho de las tablas, dándole un aire de modernidad, más vistosidad y atractivo, buscando una puja más alta y un mejor postor que se los quede. En la almoneda de 1677, además de los paneles de la predela, la hornacina del altar de Nuestra Señora fue vendida a Magdalena Alberich, según valoración del pintor y dorador Francisco Mercer[16].
La Iglesia del Lledó en el siglo XIV.
La pequeña iglesia erigida en tiempo incierto para cobijar la imagen de Santa Maria del Lledó y ampliada hacía 1380, con un portal de piedra de la ermita de San Antonio[17], se encontraba ya en 1427 en precarias condiciones.
Se trataba de un templo conocido en su tipología como de “reconquista”, ejemplar construido habitualmente en buena parte de nuestras comarcas tras la pacificación de la zona por las tropas del rey don Jaume. Era de una sola nave, con techumbre de madera en vertiente a dos aguas, sustentada por arcos fajones o torales, apuntados a la manera gótica, con cabecera plana, o sea sin ábside y atrio a los pies, conservando en su portada de piedra de medio punto la impronta del románico aragonés y catalán, que pervivió hasta bien entrado el siglo XVI.
Queda aún, empotrada en el ángulo que se abre entre la fachada de la basílica y la casa Prioral, una sencilla pero bellísima columna circular de piedra, con su base cuadrangular semienterrada, tal vez resto de jambas de la primitiva puerta medieval, en espera de que, en algún momento propicio, quien tenga autoridad y posibilidades la reponga en un lugar más digno.
Aquella cubierta de madera sobre arcos góticos apuntados fue sustituida en 1427 por una bóveda de piedra en forma de cañón, según las indicaciones recibidas en el Consell Municipal por un maestro constructor[18]. Efectivamente, aquel mismo año comenzaron las obras de sustitución de la antigua cubierta por bóvedas, puesto que en abril de 1428 una parte de las rentas entregadas en descargo por el “sagristà”, Pere Sánchis, se destinan a la construcción de la segunda arcada de la iglesia[19].
Las obras continúan con el ensanche del pórtico, alternándose los momentos de angustia por falta de dinero, como en 1454, cuando han de paralizarse las obras[20], con otros más favorables. En efecto, en 1471, la buena gestión del “sagristà”, Guillem Mut, agiliza la marcha de los trabajos de renovación del santuario, con una economía saneada que permite a sus administradores prestar 100 sueldos al propio Consell. No pasó sin embargo mucho tiempo antes que fueran reclamados de nuevo para continuar con las obras[21].
Los gastos eran numerosos y las limosnas no siempre alcanzaban para mantener todas y cada una de las partes de aquel sencillo y digno santuario medieval que en 1495 amenazaba parcialmente ruina. Hasta tal punto se encontraba en mal estado el edificio que los Jurados se vieron obligados a solicitar de los expertos su rápido afianzamiento[22].
Rogativas al Lledó y la Magdalena.
En 1476 aún duraba la peste iniciada en los años treinta. Las procesiones penitenciales, que se celebraban diariamente en la ciudad, bajan de nuevo al Santuario del Lledó, prolongándose hasta la ermita de Santa Bárbara, extramuros de la Villa, donde con posterioridad se levantó el convento de franciscanos y la capilla de la Virgen de Gracia del convento de San Agustín. Cuando se celebraban en Cuaresma como tiempo penitencial, se suplicaba la clemencia del cielo “ per causa del temps que es tal e perque nostre senyor deu nos guard, axí del infortuni que diu que deu eser, com de mortaldats, guerres e altres congoxes”.
El Consell acuerda que dichas procesiones se inicien el primer día de la Cuaresma de aquel año, organizadas por los honorables jurados de la Villa[23]. Pasada la Pascua continuaron las procesiones a las ermitas porque, según parece, había mejorado la situación y no era cuestión de perder el favor de la Virgen.
Cuando no era la peste, era la sequía quien agostaba los campos castellonenses, como en 1503, cuando “lo Magnifich Consell proposa que per la seca e serenitat que fa”, se organicen siete piadosas procesiones a la Iglesia Mayor, a la Virgen de Gracia del convento agustino y a la Virgen de la Esperanza, desplazándose también a Lledó, a la ermita de San Sebastián, en el lugar donde se construyó con posterioridad el convento de clarisas, San Jaume de Fadrell, Santa María Magdalena del Castell Vell y Santa Águeda de Benicàssim. En todas las ermitas deberá celebrarse una misa cantada: “allá hon la professó hira sia dita e celebrada misa cantada” [24].
No concluirá el siglo XV sin un nuevo intento de fundación en Lledó por parte de otra orden religiosa dispuesta, como siempre, a monopolizar la rentas, limosnas y donativos que paulatinamente llegaban desde todas las comarcas limítrofes. En 1495 son los Servitas quienes solicitan permiso al Consell para establecerse en la casa del ermitaño, junto al templo, y es de nuevo el gobierno municipal quien les desvía hacia otros lugares, ofreciéndoles la antigua ermita de Santa Bárbara, junto al camino de València, donde posteriormente se establecieron los frailes franciscanos y hoy se levanta la parroquia de San Francisco [25].
La etapa conventual de la Ciudad.
El siglo XVI fue en nuestra ciudad la etapa conventual por excelencia. Al ya existente convento de agustinos, el primero fundado en la Villa, se añaden las fundaciones de franciscanos (1537) en la citada ermita de Santa Bárbara; de las monjas clarisas (1557), cuyo monasterio ocupaba el solar convertido hoy en plaza de Santa Clara, y el de los frailes dominicos (1573), del que tan sólo ha subsistido el claustro, conservado como una parte más del actual edificio que alberga el Conservatorio Superior de Música y la Escuela de Artes y Oficios de Castellón . Su antigua iglesia es hoy la parroquia de San Vicente Ferrer, en la plaza de Fadrell.
La existencia de las comunidades religiosas, cada una con sus particularidades, marcó de alguna forma la vida de la ciudad. Sus iglesias conventuales, con capillas donde se veneraban imágenes de especial devoción, fueron a menudo el final de rogativas y procesiones de penitencia o acción de gracias que, por otra parte, se prolongaban hasta el santuario de la Virgen. El convento de los franciscanos, llamado también de Santa Bárbara, la capilla de la Virgen de Gracia, en la Iglesia de San Agustín o la de la Virgen del Rosario, en el monasterio de los dominicos, recibieron durante estos siglos las visitas constantes de los castellonenses, como signo de una piedad popular y de confianza en la Providencia ante momentos difíciles para la vida de la ciudad. El primero en ser visitado era, no obstante, el santuario de la Mare de Déu del Lledó.
La Guerra de las Germanías.
En 1516 muere Fernando el Católico y, con su desaparición, se produce un vacío de poder político, agravándose las condiciones socioeconómicas que sin duda van a tener una gran importancia en la gestión del movimiento agermanado. Las Germanías responden a un intento de toma de poder de la naciente burguesía, del artesanado urbano y del pueblo contra el poder constituido. El término “germanía” deriva del valenciano “germà” y proviene del movimiento encabezado por la “Germandat”. La llama agermanada se extendió rápidamente por las villas de la Plana.
Castelló y Vila-real fueron, junto con Peñiscola, las que antes se sumaron al levantamiento, agrupando en la revuelta, sobre todo, a ciudadanos y labradores. En este levantamiento jugó un papel principal Rampstón de Viciana, Gobernador de la Plana, obligado a pagar un triste tributo de sangre, como la muerte en Nules de su hijo Jaume.
En 1521 Carlos V exhorta a la villa de Castelló a que, abandonada la insurrección, vuelva a la normalidad cotidiana. La ciudad rechazó el consejo del Emperador y el Duque de Segorbe atacó la población, tomando por asalto las casas de los agermanados. Fueron tiempos de dura represión, que afectó de forma especial a la economía de toda la comarca de La Plana. Las dos principales poblaciones agermanadas tuvieron que pagar 10.000 sueldos cada una de ellas.
El fracaso de las germanías supuso un nuevo enfrentamiento entre la nobleza y el pueblo, dando lugar a un debilitamiento social, económico y cultural. La situación se agravó aún más con la crisis provocada por la expulsión de los moriscos y los ataques de la piratería berberísca. Ante esta situación pocas obras podían comenzarse en las ciudades, ni tan siquiera de mantenimiento. Lledó hubo de continuar soportando durante algún tiempo su propia ruina.
Los viejos Inventarios del santuario.
En 1528 comienza la redacción de los Inventarios del santuario[26], fuente abundante de conocimiento de la devoción que hacia la Virgen tuvieron los vecinos de la pequeña villa medieval, además de los habitantes de la vecindad. Perdidos los protocolos notariales y los libros de fábrica de los siglos XV y XVI, no disponemos de ningún otro testimonio documental para medir la tensión devota de Castellón y de los pueblos cercanos hacia la Virgen, invocada desde los primeros tiempos bajo el título de “Madona Santa Maria del Lledó”.
Tan sólo desde este primer cuarto del siglo XVI se ha podido rastrear, con las lagunas consiguientes, el asiento, enumeración y reseña, unas veces breve y otras más extensa, de los bienes, ornamentos y joyas pertenecientes a la antigua Casa y Ermita de Lledó.
Dentro de la monótona lectura de este repertorio de Inventarios, hallamos, como bien afirma el doctor Ángel Sánchez Gozalbo, “la pulsación de un pueblo que poco a poco enriquece su ermita preferida”. Prósperos momentos y adversas circunstancias se reflejan en esos seguidos y repetidos “items”, que van destilando la generosidad de un donante, la asistencia constante de los órganos rectores de la comunidad, el recuerdo de un agradecido ausente, el rescate de unos cautivos, la aprehensión de diez piratas berberiscos en la costa fronteriza, o las colectas de la hilaza de cáñamo. En sus páginas, cargadas de información, aparece la construcción de la forjada reja, freno de las multitudes devotas ante el altar; el primitivo relicario de plata labrada donde se exponía la diminuta imagen a la veneración de los fieles o el viejo retablo trecentista sustituido por el del escultor chivertense Pedro Ebrí.
También aparecen en los inventarios de los bienes localizados en la casa del ermitaño, las bien abastecidas tinajas del aceite que ardería en las lámparas votivas de plata del altar principal y en los armarios de la sacristía, el revestimiento de plata que decoraba la hornacina de la imagen-relicario durante el siglo XVI o la rumbosa ofrenda del freire montesiano Miquel Beltrán, nacido en Castelló, y preconizado obispo allá en las lejanas tierras sardas de Alés.
Numerosos son los ricos frontales de altar que, bordados en oros y sedas, dignificaban la liturgia del santuario, algunos de ellos con los escudos de las familias donantes, como el de los Cruelles o los Peris, que también dejaron sus blasones sobre el rojo terciopelo de los ternos, repujados en la plata de las lámparas suntuosas o pintados sobre el estofado de las polseras del retablo principal.
Los distintos protocolos pacientemente transcritos por el doctor Sánchez Gozalbo nos introducen, como en las página de un internet medieval, en la visión de los retablos flanqueantes del crucero, dedicado uno a la Anunciación y el otro a san Joaquín y santa Ana; los altares de la Encarnación, de san Pedro, de san Juan y de san José; facilitando esta contemplación los populares “exvotos” de anatomías de plata, ofrenda de agradecidos vecinos; los lienzos de Madona Santa María, decorando muros y estancias de la paredaña casa, junto con los de san Lamberto y san Blas, san Francisco, la Inmaculada Concepción o el Cristo crucificado del pintor Urbano Fos, atribuido durante años a Ribalta.
Como en una pequeña pinacoteca, las pinturas aparecían expuestas en una Iglesia recubierta de mármoles renacentistas, con madonas y esculturas en sus altares. Los primeros años, los Inventarios citan entre otras la de san Jerónimo con un crucifijo en la mano y un león echado a sus pies y un Niño Jesús sobre su peanita dorada, vestido con una túnica de “seti” rojo con puntillas de oro. La imagen aparecía coronada con una diadema rematada por una crucecita [27].
Rico y valioso era el tesoro de la Virgen y del santuario, con joyeles de rubíes, esmeraldas, diamantes y amatistas engastados; los ternos de brocado y de sedosas telas bordadas; las innumerables varas de lienzo casero de donde saldrían manteles para los altares, sábanas para los peregrinos y toallas para las habitaciones del prior y el predicador; la cruz procesional antigua de piltre, sustituida por la de plata labrada por Simón de Toledo, que desfilaba solemne acompasada por los sonidos del órgano primitivo con resonancia de salmodias latinas y de “goigs” en valenciano….. y hasta aquella popular borrica que, con su campanita al cuello, iba de pueblo en pueblo en busca de la limosna devota para sostener el culto a Madona Santa Maria del Lledó.
La guerra de la Germanías, la invasión napoleónica y la inestabilidad consiguiente a las guerras civiles del siglo pasado, obligaron varias veces a esconder el tesoro de la Virgen, ocultándolo en escondrijos para sustraerlo de la rapiña y la voracidad de quien nada respeta. En tiempos poco propicios para que resplandeciese la verdad, se procuró no reflejarla en escritos e inventarios que podían descubrir el cómo y el cuanto de lo atesorado en años de piedad.
En 1546 se inventaría por vez primera un valioso legado de una familia noble castellonense. Doña Mencía o alguna otra dama de la familia de los Cruilles, tan vinculada a Castelló por su entronque con los barones de La Pobla Tornesa, regalan al santuario un palio, un frontal y telas de altar de brocado calado, con el escudo familiar[28]. A esta donación se añade desde 1563 una primera lámpara, dos cálices con sus patenas, un relicario y tres coronas para la Virgen, todo de plata.
La fundación de la Cofradía del Lledó.
En 1559 los Jurados solicitan del obispo de Tortosa, Fernando de Loazes, la aprobación de una Cofradía, para que colabore con el Consell en el mantenimiento del templo y cuide de la liturgia[29]. Sus estatutos fueron aprobados por el Vicario General de la diócesis de Tortosa el 12 de mayo de 1597. Los ingresos obtenidos de los cofrades, aunque escasos, hicieron posible la adquisición de un patrimonio religioso al servicio de la Virgen y su culto, impensable sin esta venerable y secular institución. Dejas y mandas de ropas, imágenes, pinturas y joyas menudeaban, reflejando su incremento los inventarios trienales. Gente agradecida de favores recibidos de la milagrosa imagen le ofrecía exvotos,- “presentalles” -, labrados en plata, o dedicaba parte de sus testamentos para el sostenimiento del templo.
Doblas, misa y procesión, y caridades daban esplendor al culto de la Virgen, con misas solemnes el día de la Encarnación del Señor, el 25 de marzo, cuando la ciudad bajaba por los viejos caminos en peregrinación cuaresmal al santuario. Lámparas sufragadas por devotas mujeres, como la esposa del jurisperito Bernardo Gascó, eran encendidas ante el altar de la Virgen todos los sábados del año.
Los inventarios de los últimos años del siglo XVI, inmediatamente posteriores a la fundación de la Cofradía, nos descubren la presencia de un rico ajuar con bordadas capas, casullas y dalmáticas[30], manteles y blancos lienzos, mantos de seda y terciopelo, realzados de oros y platas. Cobra también esplendor la fiesta del santuario, mejorando su liturgia y enriqueciéndose éste con cálices, incensarios, custodias y portapaces con la imagen del Padre Eterno y la Virgen llevando en sus brazos al Niño, como el regalado por el doctor en derecho micer Jeroni Jover, todo de plata[31].
Ricas colecciones de ornamentos litúrgicos.
En 1579 aparecen numerosas casullas para la celebración de la misa, como aquella de “chamellot blanc”, con una imagen de la Virgen del Lledó bordada en la parte posterior, con su estola y manípulo. También era numerosa la colección de frontales confeccionados con ricas sedas y bordados de oro y plata, que decoraban la parte delantera del altar mayor, donde se celebraban los cultos. Este mismo año se confecciona un frontal y paño de altar de damasco verde, blasonado con la armas de la Villa flanqueando la imagen bordada de la Virgen del Lledó, regalo del Consell [32]. O aquel juego de corporales, de tela de Holanda, con flecos de tela de risa, bordada en oro y sedas, para el servicio del altar, con cenefa de oro y seda blanca, junto con la palia de seda, regalo todo de doña Francisca de Mendoza, marquesa de Terranova.
En este ambiente de prosperidad y efervescencia religiosa aparece la Crónica de la Inclita y coronada ciudad de Valencia y su Reino, donde el burrianense Rafael Martí de Viciana relata por vez primera la troballa de la imagen de la Virgen por el labrador Perot de Granyana. Era el año de 1563. Habían pasado tan sólo cuatro año desde la erección de la primera de las Cofradías de Madona Santa María del Lledó.
[1]”Et fon proposat per en Johan dalçamora, manobrer e lochtinent de sagrista de Sancta Maria del lido, que com la Esgleya de Sancta Maria del ledo fos fort pocha, tant que les gents per devoció, que hi han et van a vetlar bonament, no hi poden cabre. Com moltes persones hi havien devoció axi de la dita vila com altres stranyes. Per ço que supplicave al Consell que los archs et portal del spital nou, qui es de fora la vila, que no servexen a res, placie al consell donar a la dita Ecclesia de Sancta Maria del ledo, per obrar et crexer aquella et que bací de acapte per a la dita Ecclesia sie ordenat… 1379, enero, 19. Llibre de Consells II. Cfr.REVEST CORZO, Luis (1924): Madona Sancta Maria del Lledó…. Op cit.doc III. “Item lo consell acorda que les teules del spital sien de Sancta Maria del ljdo”. 1379, mayo, 28. Llibre de Consells II. Ibidem, doc IV.
[2]” Item fon proposat en consell per los honrats jurats que com a audiencia llur sie pervengut que alcuns vehins et habitadors se clamen de alcuns stranys o privats qui van a Sancta Maria del ljdo a fer oració, et aquells qui han heretats prop la dita Ecclesia se clamen de alcuns dels desus dits, que placie al consell ordenar que si alcun hirá a fer oracio et fará alcun dan, axi per menjar fruyta ¿quam aliter? que no pach sino lo dan ¿ donat ? 1380, Junio, 9. Llibre de Consells III. Cfr. REVEST CORZO, Lluis (1924): Madona Sancta Maria del Lledó….. , Op cit. doc VII, p. 25.
[3]” Item paga al dit en Johan, per dos viages que feu, per manament dels Jurats, al loch de Almaçora e de Castelló per recaptar e haver camis, amis e cinyels per a ops de la profesó quel Consell acorda eser feta a Sancta Maria del Ledo, ab lo viatge que feu com tornà los dits camis (a) Almaçora. Archivo Municipal de Vila-real. Clavería de Pere Conques nº 26, fol. 38 v. 1394-1395, citado por DOÑATE SEBASTIA, José María.(1982): Fiestas y festejos en la edad media en la comarca de la Plana. En Datos para la Historia de Villarreal. tomo. II, p.130.
[4]”En lo Consell fon proposat per los dits honrats jurats e lochtinent que plagués al consell ordenar que fos feta professó e cantat, axi com mils ordenar se pogues, per çó que nostre Senyor Déu nos vulla relevar aquesta plaga de mortaldat, que es de present en la dita vila. Lo consell acorda que divendres primer vinent, sia feta professó solemnialment, la qual vaja a Sancta Maria del ljdo, molt devotament, homens, dones e infants a peu descalç, e de VII anys amunt tots dejunen, e sie fet pastat per lo sindich e clavari un kafiç de forment e sie donat a caritat a tot hom qui mester ho haja, e alli sie dita missa e preycat e sie feta crida per la dita vila, per los lochs acostumats, que aquell dia hom faça festa en reverencia de la Passió de Jhsu xrist e a honor e reverencia de la verge Sancta Maria e de tots los sants e santes de paradís, e sots pena de lX sous, mijançant los quals lo nostre Senyor Déu Jhsu xrist, per la sua santa pietat e misericordia, e per les nostres pregaries e bens que farem, li placia que ens relleu aquesta fort plaga de mortaldat, la qual per nostres pecats a present es entre nosaltres, la qual professó sie feta e ordenada segons quels dits honrats justicia e jurats plaurá e ben vist será. 1404, Junio, 22. Llibre de Consells, núm 13.AMC. Cfr. SANCHEZ GOZALBO, Ángel. (1949): Fiestas y Romerias a Santa Maria del Lledó. En Lledó en la Història. Castelló (1995) p. 72. “Item an Vicent Piquo, an Miquel Segarra e an Pere Segarra, juglars, per la crida que fon feta per la Vila ab trompes e tabals, que tot hom fes festa e anassen a la professó a senta Maria del lido,iij solidos”. “Item a un Kafiç de forment que comprás den Berenguer Marbruscha lo qual ab j fanecada quells donaren, fes pastar e donar a carjtat lo dia de la professo, xxx sous”. 1404, Junio, 15. Llibre de Consells 11. Cfr. SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel.(1973): Viejos Caminos de la Huerta. En Lledó en la Història. (1995). doc I. p,163.
[5]” E fonch proposat per en Johan Vilaroja, que plagés al honrat Consell trametre misatger al Sant Pare, qui era a Sent Matheu, que fesen per manera que si cars era que la vila era vedada, que pogués dir misa a Santa Maria del Lidó, car çó que costarie, ell se proferia pagarho”.1411. Junio, 21. Llibre de consells, nº 17. AMC. Vide SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel.(1965): La ermita de Nuestra Señora del Lledó y los Jurados. Op cit. doc II.
[6]” Sobre la proposició feta en lo dit honorable Consell sobre la anada que el honorable en Nicolau de Reus vol fer a Roma, çó es que li fos donat càrrec de haver butlles e lexencia pera a la dita Vila, del Sant Pare, que en lo temps que la dita Vila será entredita, que es pogués dir misa a la Verge Maria del Ledó”.1450.Octubre,14. Llibre de Consells, nº. 30. AMC. Ibidem, doc IV.
[7]”Item com fos proposat que el Prior de sent Agostí haje dit missa a senta Maria del Ledó, e que els preveres de la vila lo y vedaven, que no hi digués de missa, e açó es interés de la Vila, com la dita ecclesia del Ledo sie de la dita vila, e los preveres no y haien res que fer, per çó lo dit honrat consell provehí e acordá que sie ben deffés e ben guardat, car los preveres no y han res que fer, e si el Prior o qualsevol altres que y vullen dir missa ho poden fer, e los preveres no u poden vedar, e si u fan, lo dit Consell acorda que els sie be deffés per justicia”. Cfr. SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel.(1965): La Ermita de Nuestra Señora del Lledó y los Jurados. Op cit. doc III. p.46
[8]”Item lo dit consell ordená e volgué que com la ecclesia de nostra dona Senta Marja del ledo, segons que per relació de molts que y son stats, haien sabut que es quasi plena de llits, que hi hajen de dins molts de la vila, que sen hi son anats per les morts, e aqui jahen marits e mullers, que no es honest jaure en la dita ecclesia, per çó acorda que el Justicia y Jurats vagen a la dita ecclesia e quen sien foragitats tots los dits llits, e si en lo pertxe de fora o en la casa del stable, que sta buida, volrran parar sos llits e si facen en bona ora, mas dins la ecclesia que no consenten que llits hi sien parats ni tenguts, e si alcun sera inobedient que no vulle traure los llits de la dita ecclesia, quels dits Justicia y Jurats los forcen e compellexquen de trauren los dits llits, ab imposició de penes, e que per la inobediencia com nou voldran fer que sien executats en una lliura de cera per obs de la luminaria de la dita ecclesia, lexant totes aquestes coses a discreció dels Jurats que y facen lo degut en forma de la dita ecclesia sie guardada e denegada de tota sutzietat com sie casa de oració e no de tenir llits, ni casa de hostaleria majorment jahents hi marit e muller”. 1439. Agosto, 7. Llibre de Consells, núm.37. AMC. Cfr.SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel. (1949): Fiestas y Romerias a Santa María del Lledó. Op cit p. 73.
[9]”Item lo dit honorable consell acorda que.l dia de nostra dona senta Marja de agost sie feta solempnial professó a nostra dona senta Marja del ledo, per tal que nostre senyor Jhesu xrist nos vulle rellevar aquesta mortaljtat en que de present la vila es, com notoriament se muyren de epidemia, e que.l dichmenge siguent sie donada la llança a honor de la dita festa, e que als que.s deu donar en oques que.n sie comprat forment, e que.n sie feta caritat lo dia que s fera la dita professó a pobres e que sie donada una oqua a la ballesta”. 1439. Agosto, 7. Llibre de Consells nº 37. AMC. Cfr. SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel.(1973): Viejos caminos de la huerta. Op cit, doc. II, p.163.
[10]” Al molt Reverent e pare lo senyor bisbe de Tortosa: Senyor molt reverent, crehem siau cert com dins de aquesta vila ha una Esglesya o capella, apellada santa Maria del ljdo, tenguda per totes les circunstancies en devoció o memoria molt singular, per los miracles e gracies que ella a sos devots cascun jorn infundeix. E per çó Senyor, que la dita Verge santa Marja del ledo e sa capella mils a sos devots sia reduhida a memoria e aquella ornada e dotada segons les gracies e sorrogatives que nostre senyor Deu li ha comunicades, per aquesta universitat es stat deliberat per les universitats de les circunstancies deure anar hun baci, lo que degudament fer no pot sens que vostra paternitat done licencia permisio e facultad ab letra vostra….” Llibre de Consells, núm 41. AMC. Cfr. SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel. (1949): Fiestas y Romerías a Santa María del Lledó. Op. Cit. p,71.
[11] En los cargos o rebudes de los distintos sacristanes, constan las cantidades recibidas en cada población y en cada salida o acapte. Estas cuentas de los sacristans o administradores, a partir de 1599, se conservan en el Legajo Lledó, núm. 22, del Archivo Municipal de Castellón (AMC)
[12]” Item dos plats, lo hu dels quals te lo sagristà pera acaptar en la vila, y tres chichs de llautó”. 1584. Septiembre, 12. Prot. Jerónimo Micó. A.M.C.
[13]SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel.(1949) : El retablo viejo de la ermita de Nuestra Señora del Lledó. En Lledó en la Història. Castelló (1995).
[14]”Item huit quadros mijansers, y sinch chiquets, pintats sobre fusta, que son del retaule antich que y avia en la capella, los quals no els inventaria asi de fer sen càrrech, per quant lo Dtor Juan Timor, jurat en cap del bras real y obrer en lo present trieni de dita cassa y hermita en lo dia de hui, se.ls enporta a sa cassa, pera efecte de traure.ls a choya, per quan no son de util adorno algú pera la hermita”. 1677. Septiembre, 26. Prot. Jaime Cases. A.M.C. Cfr. SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel.(1949): El retablo viejo de la Ermita de Nuestra Señora del Lledó. Op cit. p. 68 y Los altares de Madona Santa Maria del Lledó. Diario Mediterráneo, 7 de mayo de 1944
[15]” Item pagui a Joseph Esparza, pintor, una lliura per haver retocat los dits quadros del altar vell del lledo de que tenien necesitat pera pareixer millor y poderne traure mes al vendrels”. El pintor Esparza recibe en 1682 una cierta cantidad por las pinturas de la Virgen contra la peste, san Cristóbal y san Sebastián para el retablo mayor de la ermita de Sant Roc de Pla que había construido el escultor Llátzer Catani. Cfr. OLUCHA MONTINS, Fernando Fco. (1987): Dos siglos de actividad artística en la villa de Castellón. Diputació de Castelló. p. 38.
[16]” Item me fas carrech de tres lliures que rebi de Madalena Alberich, donzella, per lo valor del nicho del altar vell del lledo, per tres lliures digue Francesc Mercer, pintor, seria lo mes que podia valer”. Obrería del Dr. Timor, trienio 1677-80. Legajo Lledó núm. 23. AMC.
[17]” Item fon proposat per en Jacme Sola, teixidor, que com a la Ecclesia de Madona sancta Marja del ljdo haje mester un portal de pedra picada, et lo portal de sant ¿anthoni? lo pus xich, hi fos bo que plagués al Consell que lo y donás. Lo Consell dix que li plahie”. 1381, Diciembre, 30. Llibre de Consells III. AMC. Cfr. REVEST CORZO, Luís (1924): Madona Sancta Maria…. Op cit, doc. XI.
[18]” Item lo consell acorda que la ecclesia de Madona Senta Maria del Lido sia feta de volta, segons que per lo maestre de la obra, ensemps ab los jurats o alguns prohomens que y son anats, es stat acordat”. 1427, julio,25. Llibre de Consells nº 29. AMC.
[19]”Item lo dit honorable Consell provehi que la resta que en Pere Sanxis, sagristà de la ecclesia de la Verge Maria del ledo, haurá a tornar, que la do an Miquel Alquecer per ço que haurá bestret en la dita obra, per a fer la segona arcada”. 1428. Abril, 11. Llibre de Consells nº 29. AMC.
[20]”Item lo dit honorable Consell delibera que lo perche de senta Maria del Lido cesse, e que es acoregue al mes cuytat”. 1454. Diciembre, 13. Llibre de Consells nº 48. AMC.
[21]” Fonch proposat per en Guillem Mut, sagristá de la esglesia de la Verge Maria del Ljdo, con en dies pasats la dita Vila haja pres, per a obs de la dita Vila, cent sous, e que ara en la dita església te necesitat se haja a fer molta obra, per çó suplicava lo honorable Consell li plagués tornar los dits cent sous a la dita Verge Maria del ljdo. Lo honorable Consell delibera que sia vist qui prengue los dits cents sous, e per obs de que foren presos, e que reportat a Consell, lo consell hi provehirá”. 1471. Junio, 9. Llibre de Consells nº 63. AMC.
[22]”Quant a la proposició de la obra de la Verge Maria del Llido, com se diga que en la Ecclesia haia mester obra, com menace royna, fonch clos e proveyt que y vagen los magnifichs jurats ab persones expertes e ho reconeguen, e facen fer los adobs necessaris”. 1495. Septiembre, 28. Llibre de Consells nº 84. AMC.
[23]” Mes fonch proposat per los honorables jurats com per causa del temps que es tal, e perque nostre senyor Déu nos guart del infortuni que.s diu que deu eser, com de mortaldats, guerres e altres congoxes, que si lo honorable Consell voldrá e li plaurá que les processons que.s fan cascun jorn sien continuades, e encara que se.n facen algunes altres que anasen a la verge Maria del ljdo, e a la verge Marja de gracia, e a senta Barbera, en manera que nostre senyor Déu no s haja merce. Lo honorable Consell provehí e delliberá que les profesons que.s fan tots jorns sien continuades, e les altres que.s diu se facen axi com dit es a santa marja del ljdo e a santa Marja de gracia e a senta bárbera, que.s facen e que aquestes comencen lo primer dia de quaresma, donant en cárrech a acomanant ho als honorables jurats”. 1476, Febrero, 8. Llibre de Consells núm. 67. AMC. Cfr. SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel.(1973): Viejos Caminos de la huerta. Op cit. doc. III, p.164.
[24]” E avistat lo dit magnifich consell, fonch propossat en aquell que, per la seca e serenitat que fa, será be recorrer a nostre Senyor de e que seria be fer algunes professons, com molts lochs en facen. E axi lo magnifich consell, tot concordantment, provehí e ordená que sien fetes set professons, çó es una en la sglesia major, la segona a la verge maria de gracia, la tercera a la verge maria de sperança, la quarta a la verge maria del llido, la cinquena a sant sebastiá, la sisena a santa magdalena, la setena a santa agueda. E per que ab major devoció se facen les dites professons, provehiren que alla hon la professó hirá sia dita e celebrada misa cantada”. 1503, marzo, 12. Llibre de Consells núm 92.AMC. Ibidem, doc V, p. 164
[25]” Los frares si volen Senta Bárbera prenguen, la del Llidó no”. 9 julio 1497. Llibre de Consell, nº 86. A.M.C.
[26]SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel.(1980): Repertorio de Inventarios del Santuario de Nuestra Señora del Lledó. Sociedad Castellonense de Cultura.
Castelló. [27]” Item un sent Hierony, de pedra marbre, ab un crucifici y un leo”. “Item un Jesuset ab sa peanyeta daurada y diadema ab creu vermella ab coteta de seti vermell ab randes de or”. Inventario de 1596.
[28]” Item una capsa ab hun palis, frontal y tovalloles ab trepadura de brocat ab les armes dels Cruelles”. 1546, febrero, 12. Prot. Miquel Feliu. AMC. Vid SÁNCHEZ GOZALBO, Ángel (1980): Repertorio de Inventarios…. Op cit, p. 22.
[29]Véase el cap. XXVI dedicado íntegramente a la Real Cofradía de Lledó.
[30]” Item huns vestiments nous, de domás blanch, çó es, casulla y dalmatiques, ab dos estoles y tres maniples y dos collarets, la qual casulla está ab hun fres brodat de or, ab sis imatges, y dalmatiques guarnides de domás carmesi y fresos de or”. Inventario de 1579.
[31]”Item un donapau, de argent, ab la imatge de nostra Senyora y Déu lo pare, daurat, lo qual dona micer Hierony Jover, doctor en drets”. Inventarios de 1596 y 1602. En el Inventario de 1605 se especifica que se trata de “Nostra Senyora ab son fill al bras, platejada y daurada”.
[32]”Item altre devant altar, de domás vert vell, ab frontal y tovalloles, ab les armes de la vila y ab la figura de nostra Senyora”. 1579, febrero, 16. Prot. Andrés Serra. AMC.
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