Un día, en ese mismo año de 657, mientras que San Ildefonso, sindo arzobispo de Toledo, hacía sus oraciones matinales, la Virgen se le apareció acompañada de un gran número de los bienaventurados. Sostenía en la mano el libro sobre la virginidad perpetua de la Santísima Virgen María que Ildefonso había compuesto en su honor. Ella le dio las gracias por ello, y en agradecimiento le dio una casulla dorada que específicamente se había tejido de él en el cielo.
La tradición afirma que el sucesor de Ildefonso, Siagrius, trató de usar el alba pero murió en el acto de ponérselo. La prenda se dice que se han visto y tocado por Herbert Losinga, obispo de Norwich, en fecha tan tardía como el siglo XI.
Hay quienes dicen que la actual ubicación de esta casulla de san Ildefonso no se conoce, o que la historia es sólo leyenda. Este don celestial aún se conserva y que ahora se mantiene a Oviedo. Alfonso, el rey casto de Castilla, lo transfirió a la iglesia de San Salvador que él había construido. Es, junto con el Sudario de Jesucristo y muchas otras reliquias, está contenida en el Arca Santa de Oviedo.
(fuente: www.roman-catholic-saints.com)
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